3 abr 2016

LA CASA DE LOS ESPÍRITUS

       Una película de Bille August.
Las apuestas de la crítica y del público:
¿Bille August vs. Isabel Allende?

Por:
Virginia Galilei - vigascm@mail.com.

Una novela llevada a la gran pantalla: el eterno enfrentamiento de la obra literaria original versus su adaptación para convertirse en un producto audiovisual.
En la arena, a lo largo de la historia cinematográfica, se han puesto de manifiesto los mismos posibles resultados. Tenemos la fiel adaptación, que enarbola la visión del novelista o la obra original (muy frecuente del viejo cine); también está la adaptación libre, que expresa sin titubeos la visión de los cineastas y sus propias invenciones sin importar en lo absoluto lo que resulte de ello (más frecuente del cine moderno); y entre estos dos hitos las variaciones encontradas de los musicales, el cine-teatro, el cine pseudohistórico, el cine pseudodocumental y el cine paródico. Ninguna obra literaria está exenta de caer en cualquiera de estas subespecies una vez que hayan sido otorgados o vendidos sus derechos. Hemos visto cómo alguien se enamora de una película y busca el libro con la obra que la originó para devorarlo, y también hemos visto cómo alguien lee un libro y corre luego a una sala de cine para ver el filme que le sucedió. Por regla general (salvando las excepciones, sobre todo en el cine de las últimas dos décadas), los espectadores se decepcionan de una cinta si ya habían leído el libro, en cambio, cuando ven la película sin conocer el libro, saldrán a leer el libro.


Esto, siempre y cuando la película guste. Luego viene el enfrentamiento entre libro y filme, en la arena mental del público. Películas como Ángeles y demonios han hecho la paz con su obra original por las múltiples virtudes de la cinta y porque era evidente que de haber sido contada con exactitud, el filme hubiera duplicado su duración y tal vez decaído en el interés del espectador. En otros casos, como la versión de El Conde de Montecristo protagonizada por Jim Caviziel, el filme resulta insultante a la novela, especialmente porque ya antes se habían producido otras dos películas que sufrieron las adaptaciones de rigor y aun así mantuvieron la columna vertebral de la historia en la postura correcta. 
Mucho para decir de tantas películas que han pasado por esta posta, pero el caso de La Casa de los espíritus (1993) merece un artículo propio. ¿Por qué? Porque las reacciones sobre su adaptación no sólo se enfrentan entre la novela y la película, también lo hacen entre la crítica especializada y el público general.

La novela de Isabel Allende no es, evidentemente, una obra fácil de adaptar. Por otra parte, el hecho de que su marco histórico-geográfico sea real añade más compromiso y aumenta el nivel de dificultad en todos los aspectos técnicos. La casa de los espíritus (The house of the spirits) –película- estuvo protagonizada por Jeremy Irons, Meryl Streep, Glenn Close, Winona Ryder y Antonio Banderas. El reparto incluye a Vanessa Redgrave, María Conchita Alonso, Armin Mueller-Stahl y Jan Niklas. Fue dirigida por Bille August y se filmó en Dinamarca, aunque algunas escenas tienen lugar en Lisboa y Alentejo, Portugal. 
En su historia, a partir de su esfuerzo y un buen matrimonio, Esteban Trueba, un trabajador de la minería de extracción humilde, consigue dar un salto en la escala social y convertirse en propietario de una hacienda abandonada y, a la postre, patriarca de una familia influyente en el Chile de la segunda mitad de siglo XX. Su metamorfosis se completa con la asimilación de una ideología conservadora. Fruto de su unión con Clara, la hija de un acaudalado político, nace Blanca. Padre e hija se distancian a raíz de la relación que ésta, ya adulta, inicia con Pedro, un joven revolucionario que incita a los trabajadores a sublevarse para conseguir unas condiciones laborales más justas. Esteban hará lo posible por evitar que la relación entre ambos jóvenes prospere, y mientras tanto, la situación política de Chile sufre una serie de vuelcos que marcarán profundamente a la familia, aumentada por el nacimiento de Alba, la hija de Blanca y Pedro, y disminuida luego por el fallecimiento de Clara, un ser con poderes excepcionales.
Algunos aspectos formidables del filme lo constituyen, en primer lugar, su reparto y unas actuaciones inolvidables, de ésas que marcan al espectador; en segundo lugar, el hecho de que Hans Zimmer estuviera detrás de la banda sonora; en tercer lugar, el trabajo de un equipo técnico internacional de primera fila. A pesar de todo ello, la película obtuvo malas críticas y asimismo, obtuvo premios en el festival de cine de Baviera, fue premiada en el festival de cine de Alemania y en el Golden Screen de Alemania, también lo fue en el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana y en el festival Robert en Dinamarca; también obtuvo el premio de la academia alemana de fotografía en la German Phono Academy y fue premiada en German Art House Cinemas. Al público más adepto al cine le encantó el filme, incluso a muchos que conocían la obra original de Isabel Allende; esto a pesar de la adaptación, que fue el plato fuerte de las críticas más negativas. Básicamente, las diferencias más resaltantes entre la película y la novela están dadas por elementos como estos: Rosa, la hermana de Clara, aparece en la novela como un ser de aspecto físico extraordinario que tiene el cabello verde. No ocurre así en la película. Clara no se enamora de Esteban la primera vez que lo ve. En el libro, de hecho, decía nunca haberse enamorado de él.
En la novela, se menciona que Clara es la décima quinta hija de sus padres, de los cuales once viven. En la película, la única hermana mencionada de Clara es Rosa. En la película se acorta toda una generación. La historia de Blanca es en realidad la de Alba, que en la película es solo una niña pequeña. En la película faltan otros personajes fundamentales: los hermanos gemelos de Blanca. En la novela Clara y Esteban tienen tres hijos: Blanca y los gemelos Jaime y Nicolás, cuyas personalidades antitéticas llevan a la reflexión en varios momentos de la historia.
Además el personaje de Jaime es fundamental para mostrarnos de cerca la figura de Salvador Allende en la ficción. Otro personaje importante que no aparece en la película es el de Miguel (obviamente, debido al acortar una generación, ya que Miguel es el novio de Alba). En la novela, Blanca se casa con el francés Satigny. En la película, en cambio, ella rechazó casarse con él. En la novela Clara aparece como una psíquica o médium que constantemente está en contacto con los muertos, lee cartas del tarot y juegan mucho con su fe y creencias. En la película solo presiente algunas cosas que pasan a futuro. Ninguna de estas diferencias parece haber importado al público, pero los fallos (evidentes para un ojo más agudo) no fueron ignorados por la crítica. Por ejemplo, al acortar la novela suprimiendo una generación, no se explican algunas cosas, y los objetos -en ocasiones- no se corresponden con la época. Los carteles que se ven en la película están en inglés, cuando claramente se sabe que la historia se desarrolla en Chile. También aparece Santiago de Chile cubierto de nieve en Navidad (época en que es verano en el hemisferio sur). 
Otro tropiezo lo constituye el hecho de que Clara fallece en Navidad, y justo tras su entierro se produce el golpe de estado; esto es un error historiográfico ya que el golpe de estado en Chile se produjo un 11 de septiembre. Pero, ¿quién puede decir que no volvería a ver esta película muchas veces? Es un caso de gladiadores que se perdonan la vida el uno al otro, con o sin el consentimiento del emperador. Una confrontación de pecados y virtudes cinematográficos en la que, a pesar de todo, gana el público, y por ende, el filme. Los premios, así como la crítica, han quedado en segundo plano. Y en una opinión más personal, no es muy osado decir que sus estrellas arrojaron luz suficiente para salvar esta inolvidable película de los noventa.

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