Pablo Larraín sigue arrojando luz sobre las oscuridades de Chile.
Incisivo y tenaz, el director chileno vuelve a la carga con El Club, un filme sin anestesia.
Por:
Virginia Galilei - vigascm@mail.com
Bajo la atenta mirada de una mujer que los cuida, cuatro sacerdotes fugitivos viven en una pequeña casa de un pueblo costero. Todos ellos cometieron actos que los atormentan y se encuentran en este retirado hogar para olvidar sus pecados. Pronto descubriremos que esa mujer que los cuida es una monja y que la casa sirve de escondite para sacerdotes pecadores.
Esta es la nueva historia que lleva a la gran pantalla el chileno Pablo Larraín, quien no descansa en su exploración y análisis de los capítulos más oscuros en la historia política, ideológica y social de su país.
Películas como Tony Manero, Post Morten y No, son muestra de la expresión insaciable de este talentoso director, quien ahora dirige su artillería contra los abusos sexuales perpetrados por algunos miembros del clero. En esta oportunidad, El Club nos trae, a través de un relato si se quiere panfletario y directo y diálogos casi documentales y sin filtros estilísticos, una perturbadora historia enmarcada en escenas de atmósfera cerrada pero planos abiertos, que destilan, más que una penumbra ambiental, una tiniebla moral.
Películas como Tony Manero, Post Morten y No, son muestra de la expresión insaciable de este talentoso director, quien ahora dirige su artillería contra los abusos sexuales perpetrados por algunos miembros del clero. En esta oportunidad, El Club nos trae, a través de un relato si se quiere panfletario y directo y diálogos casi documentales y sin filtros estilísticos, una perturbadora historia enmarcada en escenas de atmósfera cerrada pero planos abiertos, que destilan, más que una penumbra ambiental, una tiniebla moral.
Se trata, sin duda alguna, de una obra maestra del cine chileno. Con toda su dolorosa carga, la crítica ha aplaudido cada uno de sus aspectos, tanto narrativos como técnicos, desde el guion hasta la postproducción, incluido el casting, considerado como un lujo. También han sido muy elogiadas la Dirección de Fotografía -a cargo de Sergio Armstrong- y la Dirección de Fotografía –a cargo de Estefanía Larraín-, con la que se logró arrancar a los espectadores de su butaca para incorporarlos de lleno en el ambiente de la película, y sentarlos en el sofá junto a los mismísimos sacerdotes que impregnan el aire con sus espectrales recuerdos y pecaminosos pasados. La música (de Carlos Cabezas) y el montaje (de Sebastián Sepúlveda) terminaron por completar el cuidadoso trabajo de Larraín.
La historia en sí misma cae de forma oblicua sobre el público, que no puede evitar compartir ese sentir ese sentimiento de furia frente a la impunidad, acicatados por unas actuaciones magistrales de Roberto Farías, Alfredo Castro, Alejandro Goic, Alejandro Sieveking, Jaime Vadell, Marcelo Alonso y la propia esposa de Pablo Larraín, Antonia Zegers, quien interpreta el rol de la monja a cargo de cuidar a los sacerdotes.
Larraín comprende, y así lo manifestó a El País, que su película está hecha “para levantar susceptibilidades”. Pero también sabe que parte de la justicia estará a cargo del propio criterio de los espectadores. Los pecados de la iglesia puestos de manifiesto en el filme no tienen arrepentimiento ni perdón, pero él hace su parte poniendo las cartas sobre la mesa, y la respuesta del público frente al tema demuestra cuánto caló en las conciencias.
La crítica, por otra parte, fue muy positiva en todo sentido, aun considerando que el discurso en la película fue tal vez muy evidente. La atmosfera incómoda y asfixiante fue interpretada prácticamente como un personaje más, un trazo más en esta obra de arte. El público chileno puede estar orgulloso (y lo está) de su cine y de los talentos que han conquistado la crítica internacional. Así, pues, si Pablo Larraín consiguió hacerse conocido en todo el mundo al competir por el Oscar con su film No (2012), protagonizado por Gael García Bernal, ahora aferró su carrera al éxito con El Club.
La cinta chilena fue exhibida en el 65º Festival Internacional de Cine de Berlín, donde ganó el Oso de Plata al Gran Premio del Jurado. Además, obtuvo ocho nominaciones más, entre éstas Mejor Actor, Mejor, Guión y Mejor Director.
Por otra parte, también participó en el Festival de San Sebastián: Sección oficial competitiva ("Horizontes Latinos"); en el Festival de Mar del Plata, donde ganó los premios: Mejor Guión y Mejor Actor (Castro, Farías, Vadell, Goic); y recibió asimismo nueve nominaciones a los Premios Fénix, incluyendo Mejor Película y Mejor Director.
Es cine latinoamericano puro dando de qué hablar en el mundo, pues en lo que va de año, y sobre todo en los festivales europeos, el cine de América Latina está a la cabeza de los triunfos, representado por Venezuela, Argentina y Chile principalmente.
Finalmente, es casi una obligación invitar a ver esta película. Y como en otras oportunidades, buscamos palabras claves definidas por la crítica, que en este caso son palabras como: Contundencia, Perfección, Convicción. ¿Nuestra recomendación? Vaya a verla, y cuando se recupere, respire profundo y coméntela.
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