9 ene 2016

BAJO EL FUEGO

       Una película de Roger Spottiswoode.
Bajo fuego…
y entre el deber, el amor y la amistad.
Cuando una causa justa se enfrenta a lo políticamente correcto.


Por: Virginia Galilei - vigascm@mail.com.


Injustamente tratada desde el punto de vista comercial, esta película de 1983 es un clásico entre las películas de guerra y una de las mejores producciones del cine estadounidense de todos los tiempos. Dirigido por Roger Spottiswoode, este filme sin tacha y de buen ritmo, con una historia ficticia pero basada en hechos reales y ambientada con virtuosismo en Chiapas y Oaxaca, México, marcó un hito entre todos los filmes que nos han contado historias de guerra, especialmente sobre guerras latinoamericanas (lo que tal vez explica su parca difusión, además de su mensaje de fondo). Un guion sin fallos estuvo a cargo de Ron Shelton & Clayton Frohman, mientras que en el aspecto histriónico fue catapultada por las excelentes actuaciones de todo su reparto, encabezado por Nick Nolte, Gene Hackman, Joanna Cassidy, Ed Harris (en una de sus primeras apariciones en el cine) y el francés Jean-Louis Trintignant. 
Su fotografía, inmaculada y realista, estuvo a cargo de John Alcott; ambientación y escenografía tienen asimismo todos sus puntos completos, tanto como el vestuario y el maquillaje. Pero si algo deja una profunda huella en el espectador es su música, nominada al Oscar como Mejor Banda Sonora Original, compuesta magistralmente por Jerry Goldsmith. El soundtrack, por sí solo, es un Everest de oro en polvo de 24 kilates. Inolvidable. Se llevó, sí, el premio David di Donatello al Mejor Productor Extranjero.

La Historia
Russel Price (Nick Nolte) es un fotógrafo reconocido y curtido en materia de conflictos bélicos en todo el mundo. Es enviado a Nicaragua en 1979 para realizar un reportaje sobre la guerra civil contra el presidente Anastasio Somoza (René Enriquez). El trabajo requiere, como es de esperarse en el medio periodístico, imparcialidad y veracidad, pero Price comprobará prontamente que frente al dolor y la devastación de esta lucha armada de la población civil contra el ejército, ambas cosas podrían resultar difíciles, si no imposibles. 
A pesar de no querer tomar partido, Price se ve involucrado cuando la guerrilla le coloca en una posición comprometedora, al pedirle fotografiar al rebelde sandinista Rafael (Jorge Zepeda), quien se dice ha muerto, para avivar la revolución y evitar el envío de armas desde Estados Unidos en apoyo al dictador. La foto en cuestión, con un Rafael “vivo” –cuando en realidad ha sido abaleado hace varios días-, es al parecer el último impulso que necesita la revolución para derrocar a Tacho Somoza; al menos eso termina creyendo Price. Lo que él no sabe es que su gran amigo Alex Grazier (Gene Hackman), periodista renombrado en la cúspide de su carrera, acicatado por la ya famosa foto que ya ha sido publicada en la prensa mundial, irá a Nicaragua a entrevistar a Rafael, ignorando que la foto es una farsa y contando con que Russel Price le conducirá a él. 
En medio de todo, Claire (Joanna Cassidy), la esposa de Grazier y quien recientemente terminó su relación con él, es también periodista y está cubriendo la guerra junto a Price en Nicaragua. Ambos, Claire y Russel, se han enamorado, se han involucrado más allá de sus roles como periodistas y le han mentido al mundo y a Grazier por una causa que consideran justa. Se hallan, pues, doblemente atrapados, pues no sólo lo están dentro de un triángulo amoroso, también lo están entre la verdad y la justicia. La búsqueda de Rafael terminará llevando a Alex Grazier a encontrarse con la muerte a manos del ejército, Price tendrá que ver el hecho tras la lente de su cámara y se verá obligado huir y esconderse para salvar su vida. 
La muerte de Alex ha golpeado fuertemente a Claire, aun ligada afectivamente a su esposo, y también a Russel, quien realmente le quería como un amigo; pero también ha golpeado muy duro a la prensa, la opinión pública y al orgullo e intereses de los Estados Unidos, que finalmente retiró su apoyo a Somoza permitiendo la rápida caída del régimen. En el filme, a pesar de encontrarnos a menudo con la muerte dentro de los horrores de la guerra civil nicaragüense, bien a manos del ejército o del Frente Sandinista, ésta viene a estar representada por dos singulares personajes: un espía francés (Jean-Louis Trintignant), y Oates (Ed Harris), un frío mercenario estadounidense.
El filme deja fielmente retratadas diversas realidades y en diferentes profundidades. Si bien es cierto que la historia no ahondó en el aspecto político interno de Nicaragua y tampoco en la política internacional con Estados Unidos, no dejó de recordarnos que estos hilos nunca dejan de moverse, sólo cambian de dirección. Pero la realidad de los corresponsales de prensa, el sentido moral (o más bien la falta de éste) de los mercenarios, y las situaciones en las que se pueden ver enfrentados lo políticamente correcto, la ética, el humanitarismo, la moral y la propia escala de valores de un ser humano… eso quedó sellado a hierro candente. 
Como nota adicional, dejamos la lacónica huella que imprime el personaje de Gene Hackman, Alex Grazier, basado en el periodista informativo de la ABC, Bill Stewart. En Junio de 1979, Stewart pasó por un puesto de control en Managua mientras cubría los sucesos de la guerra nicaragüense. A pesar de identificarse como periodista norteamericano, Stewart fue abaleado por soldados de la Guardia Nacional, fuerza al servicio de la dictadura somocista. Su asesinato fue captado por su camarógrafo y retransmitido más tarde de manera repetida por los canales informativos estadounidenses. El escándalo público que se suscitó después propició que el gobierno de los Estados Unidos abandonara el apoyo a Somoza. Como se sabe, un mes más tarde el dictador dimitiría y huiría a Paraguay, donde sería asesinado en 1980. No menos gris nos resulta ahora el discurso del espía francés, momentos antes de su muerte, en la que aseguraba que en 20 años la historia le daría la razón, y para aquellos poetas que le apuntaban a la cabeza, también resultó cierto que la eliminación de un tirano en ocasiones da paso a otro.
Ésta es una película para conseguir, ver y etiquetar con filo dorado, pues a pesar de haberse convertido en un clásico, todavía está viva. Sala de Cine Magazine te la recomienda.

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